El chaguarmishque o tzawarmishki palabra quichua que significa “agua dulce”, es uno de los variados subproductos que se obtienen del penco, que crece en condiciones de extrema escasez de agua, por lo que los suelos áridos de Pomasqui son el hábitat perfecto para estas “plantas de la vida”, tal como lo menciona Marino Sigcha, al darnos un recorrido por el cerro Catequilla. Marino y su familia forman parte de la última descendencia de Quitu-caras, indígenas aguerridos que se asentaron al norte de la actual ciudad de Quito, en resistencia a la colonización española.
Los Quitu-caras conocían las virtudes de esta planta, ya que de ella obtenían el material para construir sus casas, la materia prima para hacer sus instrumentos, la fibra para confeccionar alpargatas y prendas de vestir, además obtenían alimentos como las alcaparras y el chaguarmishque; este último de gran importancia para la comunidad, porque para obtenerlo se requiere de gran destreza. “La madera del chaguar es padre y madre de nuestros antepasados”, expresa Marino Sigcha, nieto del iniciador en el uso del penco, Don Segundo.
Don Segundo Sigcha, nos explica mejor el proceso de obtención del chaguarmishque, su consumo y proceso que desde muy pequeño aprendió de la mano de su padre. Esta bebida es el alimento que más recuerda de su infancia, siempre acompañado de un plato de tostado en el desayuno de todos los días. Don Segundo camina todos los días aproximadamente de 8 a 10 kilómetros por un chaquiñán donde tiene todos sus pencos y es así como verifica el estado de cada planta. El proceso de extracción de esta bebida se la puede realizar a partir de los 5 años de madurez del penco. El respeto que existe en este proceso se debe a que la planta se “desangra” y otorga toda esa vitalidad al ser humano que la consume. Después de su extracción, la planta muere al perder toda su sabia y la comunidad utiliza las hojas de cabuya, las raíces y los leños del chaguarquero para realizar variadas artesanías, prendas de vestir e instrumentos musicales.
A los hijos de Don Segundo, se los conoce como “Chucchurillos“, en relación a un pájaro conocido con el mismo nombre que se alimenta de las plantas de penco. Sus hijos y nietos mencionan que formar parte de esta familia es todo un honor, ya que reconocen el valor ancestral del pueblo indígena, y cada uno aporta al desarrollo de la comunidad con sus distintas habilidades.
Actualmente, se encuentran enfocados en un proyecto llamado “Vacas Verdes” para rescatar la tradición del chaguarmishque y de esta manera reavivar y fortalecer la identidad cultural y los conocimientos ancestrales de los pueblos andinos, que han pasado de generación en generación y buscan que los jóvenes indígenas continúen con estas tradiciones.
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